¡Mándame más, si más merezco!

Mán­dame más, si más merez­co” ‑tam­bién “Dame más, si más merez­co”- sue­len apos­tro­farse hacia Dios para implo­rar­le may­ores cas­ti­gos sar­cás­ti­ca­mente, por enten­der­se que no puede pade­cerse algo peor que lo que se vive en el momen­to. Tam­bién se emplea con sar­cas­mo en con­tex­tos social, legal o moral­mente com­pro­m­ete­dores para aparentar el sufrim­ien­to a la vez que se comu­ni­ca el deseo real de recibir may­ores dosis de aque­l­lo cuyo uso o dis­frute debiera con­sid­er­arse moti­vo de vergüenza.